martes, 20 de mayo de 2008

Opinión de J. P. Feinmann (el bueno)

Hace unos días, José Pablo Feinmann, licenciado en filosofía, ensayista, periodista, novelista, guionista de cine, conocido por sus contratapas en Página/12. De formación hegeliano-marxista, es también filoperonista. Considera a Sartre un modelo intelectual, dijo:
"Yo detesto el bloc (sic), estoy en contra del bloc. En la Argentina no hay pelotudo que no tenga un bloc, y ponelo en negrita. Osea que no entro a un bloc así nomás. La mayoría de los que escriben blocs un buen jefe de redacción le daría una patada en el culo y los echaría por la pésima prosa que tienen. No Flaco... hay que saber escribir, o si no, no agredas con tu mala prosa... Ese democratismo me parece agraviante con el lector".
Les dejo el link, para que vean la nota completa:
y de paso, a la Feria también...

Reflexión: crónica

“Si alguien quiere leer este libro como una simple novela policial es cosa suya”. ¿Quién mató a Rosendo?, Rodolfo Walsh, prefacio.


En el prólogo de La Argentina Cónica, Martín Caparrós, reflexiona: “[…] la crónica –muy en particular– es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive”.

Sabemos que crónica viene de tiempo, de contar cronológicamente un hecho, un suceso. Pero no existen recetas para hacerlo correctamente: “coloque en un papel las fechas registradas, si es posible con horarios, luego mezcle con una cantidad necesaria de voces, testimonios, lleve al horno, perdón, a la impresora y usted tendrá en sus manos una excelente cronología: o crónica.” No, nada de eso. Eso que en otros estilos sí existe, una manera de contar. Sobre todo en el periodismo, como por ejemplo, el modelo norteamericano de construir “correctamente” una noticia: las 5 W, la teoría de las cinco W se basa en cinco preguntas a las que cualquier información, especialmente la de carácter noticioso, debe responder para que sea completa y para que cumpla cabalmente con su primer y más grande fin: lograr que las personas se enteren, de la manera más clara y completa, de lo que está sucediendo.
Estas preguntas son: dónde, cuándo, cómo, quién y por qué (where, when, how, who y why; cinco expresiones inglesas que le dan nombre a esta teoría).

En la crónica sólo se trata de relatar lo más fehacientemente posible un acontecimiento. Esteban Schmidt, define a la crónica periodística como: “ir, mirar, volver y contar. Ir con algo de ganas, mirar sin prejuicio, volver cuando uno siente que ya es suficiente y luego contar esa historia como si fuera la única versión del mundo antes del final de todo”. Pero hacer esto lleva tiempo y plata, y eso en la Argentina está devaluado. El mismo Schmidt, dice “ninguna empresa, ninguna cooperativa u ONG, para el tiempo que lleva hacer las cosas bien”

Amar Sánchez, esboza una reflexión acerca de la tensión entre lo real y lo ficticio. Que es lo mismo que la dicotomía entre la ficción y la no ficción. En ambos casos, se trata de una construcción discursiva, a través de relatos, datos, información, interpretaciones. Esta es la síntesis de la crónica. Porque, una vez más, se trata siempre de contar historias, ¿no?
Martín Sivak, a modo de respuesta, “[…] no tengo de la cónica una definición distinta de la de un reportaje: contar una historia”.

La frase de Walsh, se me presenta como un posible resumen de la crónica. Ya que ella puede ser un hecho periodístico, una denuncia o sólo un relato, será cuestión de lo que cada lector quiera o pretenda encontrar.

Cronista crónico

“Nuestras clases dominantes han procurado que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Rodolfo Walsh






Entré a la Universidad de Quilmes, como lo hago cada día. El sol estaba hermoso, pintando de verde amarillo cada porción de césped que se posa a los costados del camino que te llevan al ágora. Alumnos comiendo, fumando, charlando. Profesores yendo y viniendo.
En la entrada: Rodolfo Walsh. Rodolfo fotografiado, Rodolfo escrito, pintado, enorme, colgado, apoyado. Mirando allá, o más allá. Rodolfo escritor, militante, periodista, persona.

La muestra “La sublevación de la palabra”, que comenzó el 25 de abril y permanecerá en la Universidad hasta el 9 de mayo, pertenece a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y al Archivo Histórico del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, fue expuesta en numerosos países y congresos de Comunicación.

En la Universidad de Quilmes, se organizó desde adelante hacia atrás, en gigantografías tipo “biombos” que mostraban de derecho y de revés: fotos, textos, historias, pedazos de reportajes, de escritos inéditos.
Sobre el costado derecho una enorme puesta de “Operación Masacre” la historieta, y delante de esto unos vitrales que contenían objetos de Walsh, como sus anteojos. Sobre el pasillo izquierdo “Escrito sobre” y “Rodolfo escribió esto en mí”, por Juan Gelman. De lo que se escribió sobre él, se expuso a Ricardo Piglia, Mario Benedetti quien entre otras cosas que publicó en Revista Casa de las Américas, La Habana en 1980, escribió: “[…] tuvo una enojosa obsesión por la verdad/ cómo no iban a odiarlo si sabían que sabía… Rodolfo convirtió la realidad en su obra maestra… y bregó hasta que le secuestraron la noticia… cómo no iban a odiarlo si era justo/ y no tenía vergüenza de saberlo”.

Rodolfo Walsh nació en Lamarque, provincia de Río Negro el 9 de enero de 1927. En muchas biografías se dice que nació en Choele Choel, creo que ese error se debe a que Lamarque es un pueblo muy pequeño fundado en 1900 pero reconocido en 1947, cuando Walsh ya tenía 20 años. Gabriel Martin escribió: “Rodolfo Walsh es un desaparecido que nació en ninguna parte y murió en ningún lugar, como si no hubiese existido”.

“El militante estuvo, en cada momento, en la palabra sublevada. En la voz de los pupilos del internado Irlandés que sueñan con un oscuro día de justicia, en la de los fusilados de José León Suárez, en la naciente revolución de Cuba y otra vez en los muertos”.
Walsh se caracterizó, por contar la verdad. Publicó: Diez cuentos policiales, Antología del cuento extraño, Variaciones en rojo, Los oficios terrestres, ¿Quién mató a Rosendo?, Caso Satanowsky, entre otros.
Su última palabra pública es “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”, escrita un día antes de su desaparición, 25 de marzo de 1977: “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero el fiel compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Así termina su carta, después de que hayan matado a su hija. Así termina su vida como escritor, como militante, como persona. O, al menos, eso es lo que sabemos públicamente.

Hace dos años, cuando se cumpliría el 79º aniversario de su nacimiento, Página/12 publicó “Dos lectores”, una nota escrita por la mujer de Rodolfo: Lilia Ferreyra. Una contratapa con una carga emotiva bastante fuerte. Lilia se encuentra en España en 1982, con un sobreviviente de la ESMA que había visto acribillar a Walsh.
A través de los diálogos que se fragmentan hay una búsqueda permanente de la memoria. Hay preguntas que habían tenido respuestas. Y la autora dobla la apuesta y se mete en detalles de su memoria más reciente para llegar a la de su compañero de diálogos: Martín.
Recorren desde el cuerpo de Walsh hasta su último cuento que estaba terminando. Dejando la sospecha o la posibilidad de que, probablemente, no hayan sido sólo ellos dos quienes lo hayan leído, ya que aquel cuento rondaba por la ESMA.
Descriptiva, detallistas, emotiva. Esta nota, me deja la sensación que la mujer de Walsh busca no olvidar, no borrar y saber más. Encontrar algunas respuestas en una fecha además especial, el día que su esposo cumpliría 79 años.

“Qué cagada que Walsh se nos murió. No respetó la voz de alto y le tuvimos que tirar”. Juan Carlos Coronel, represor.
“Lo bajamos a Walsh en una cita en la calle. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”. Ernesto Weber, represor.
Lo que no sabían los que sí sabían matar, era que matar a un hombre, no es matar su ideología. Matar a un hombre, no es matar su palabra. Matar a un hombre, no es matar su lucha. Matar a un hombre, no es callar su voz. Matar a un hombre, ni siquiera, habla de la muerte en sí misma, sino de un cuerpo que ya no está. Pero está claro que esa no fue la lucha de Walsh, que esa no fue su vida, ni su historia.
Rodolfo quiso denunciar, alertar, contar lo que sabía, lo que veía. Quiso un pueblo más justo. Quiso menos muertes. Quiso “dar testimonio en tiempo difíciles”.
Y esta muestra, deja la huella a quienes la visitan, de un hombre valiente, de un periodista comprometido, de un militante sin descanso, de un escritor pionero y rico en recursos.
Esta muestra sigue su curso por otras instituciones donde visitar a Walsh, mantiene viva la memoria.

Material utilizado

Walsh, R. (2004) Operación Masacre.
http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=1055
http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article2907
Fotos: Ana Elbert

Humo en la ciudad de la furia

Hace unos días que se siente denso el ambiente. El ambiente en la calle, el ambiente en los medios de comunicación, y no hay certezas, sólo sospechas.
Se escucha, de lee: “señales de humo”, “ceguera blanca”, “días irritados”. Se habla de una quema masiva de pastizales.

Tengo que hacer cosas en Capital. Prendo la tele y escucho y veo que las rutas están cortadas, después de dos accidentes fatales. Claro, después de dos accidentes, después de cinco muertes. Parece que la historia es clara como el agua, siempre se necesitan muertes para actuar. Pero esto los medios de comunicación no lo dicen, o al menos yo no lo oigo.

Me subo al auto de ahí a la autopista Buenos Aires La Plata. No se ve más allá de cincuenta metros. Me asusta la idea de manejar así hasta llegar, pero no tengo manera de regresar, hasta dentro de unos kilómetros, que para el caso es lo mismo volver que seguir. Voy a 40km/h. Prendo la radio, Pergolini me acompaña mientras enciendo un cigarrillo. Maldita idea. Si el aire estaba denso para espirarlo, ni que hablar para fumarlo. Apagué el cigarrillo.

En la radio escuché que la gente usaba barbijos. Escuché a los productores rurales deshacerse de las responsabilidades de la quema masiva de pastizales. Escucho al gobierno diciendo que esta quema sirve para plantar más soja, ¿hacía falta tanto humo? se pregunta el titular de Página/12 y hago mía la intriga, de verdad ¿hacía falta? Los vientos no ayudan, la lluvia no viene. El nivel de monóxido de carbono en el aires está “soportable” comenta un Ingeniero Agrónomo en Mañanas Informales, y ¿cuándo está insoportable?, me pregunto, porque la sensación de densidad en el aire ya es insoportable.

Entonces el gobierno vuelve a su lucha contra el campo, ya no sólo por las retenciones móviles o inmóviles, y los campesinos, productores rurales, o “malditos oligarcas” como le gusta llamarlos a D`Elía, se defienden, se desresponsabilizan. Y entonces nadie tiene la culpa, o la tenemos todos.

Llego a destino, Palermo. El señor que me ofrece cuidar el auto me dice “ya no se puede ni respirar”, con un gesto que invita a sumarse a su desgracia (nuestra). Lo miro, le sonrío. La verdad es que ni yo sé de qué lado estoy, con quién pelearme, a quién culpar. Porque hasta en esto que pareciera ser provocado por no sé quién, nos pide que nos pongamos de un lado o del otro. En esto que es gris, que está en el aire, que no le pertenece a nadie, también en esto debemos estar posicionados. Ese es el mensaje.

Se viene a mi mente Maquiavelo: divide y reinarás. Tengo mails que dicen que en realidad fue el gobierno el que mandó a incendiar los campos para “echar más leña al trigo”, y veo en los diarios que hay un fulano, con nombre y apellido, responsable de todo esto: pero está prófugo.

Yo pude hacer lo que tenía pensado en Capital, y vuelvo a 40km/h, a mi hogar, invadido por un olor asqueroso. Pienso en abrir para ventilar, y el olor se hace aún más insoportable.

¿Es necesario? De nuevo a mi mente, que resulta pequeña para semejante situación. El humo finalmente se fue, cedió. Todo se “controló” después de que Cristina Kirchner viajara hasta el lugar de los hechos.


Hoy es el humo, ayer las retenciones, mañana Clarín/gobierno. Todo lo indica, o estás de un lado o estás del otro. El humo me parece casi una metáfora para materializar la situación en la que estamos, en la que está el país. El humo se posa como una cortina que divide, que marca, que limita o delimita.

Y vos, ¿de qué lado estás?

Misiones según Rodolfo Walsh


Un día antes de su desaparición Rodolfo Walsh escribe una carta abierta a la junta militar, en 1977. Sobre el final de ésta dice: “... sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Compromiso que ha adquirido y respetado a lo largo de su trayectoria como periodista y escritor. Estas ansias de denunciar las atrocidades de un gobierno perverso y sistematizado. Denuncias que hoy llegan a través de un cuento, con la belleza de un escritor rico en recursos: “Kimonos en la tierra roja”.

En el recorrido por la lectura de este cuento se deja apreciar como Rodolfo Walsh puede concentrar su oficio de periodista con su pasión por la narración y la literatura.

Paso a paso va describiendo, descubriendo y entrando en la vida de unos japoneses que llegaron con la ilusión de una vida mejor, a la tierra misionera.
Entrevista y se hace partícipe de la situación, invitando al lector a involucrarse también en la denuncia de estos maltratos “morales” que se ve en las palabras de los personajes de ese cuento tan real, por rozar con la realidad misma. Donde el propio Walsh toma posición sobre la problemática que aborda. Va recorriendo desde los casos puntuales, individuales al escenario general en que viven esos hombres que sufren el desarraigo y la desilusión de una promesa no cumplida. Da datos, nombres, índices, para que la denuncia tenga más peso. Y lo que lo hace más grande: la publicación.

Esta realidad también se refleja en “Ciudades Fantasmas”, aquí muestra pequeños pueblos que una vez desaparecidas las fábricas:
“Hacía diez años que el hombre faltaba del pueblo y sabía que la fábrica se hallaba cerrada. Pero no le importó demasiado, porque sus intereses estaban en otra parte y ya no era peón ni capataz. Así que visitó a sus amigos y arregló sus asuntos sin pasar por la fábrica, hasta que una tarde sus pasos lo llevaron, cruzó distraído un puente, atravesó el portón y dice que el silencio lo hizo despertar. Hacía tiempo que el hombre no lloraba.”
Walsh se transforma en cronista d lo que queda, pueblos fantasmas. Donde junto con el progreso también se va la gente. Ya ni el tren pasa.

“[…] la fantasía inventiva del propio Quiroga es su rasgo más típicamen­te misionero.”
Walsh trata de reconstruir los pasos de otro gran oyente como él: Horacio Quiroga. Se traslada hasta San Ignacio para ver cómo se lo recuerda. Se sorprende por que ya no hay rastros de él, ni de su historia, sólo de su obra.
“Era un hombre ejemplar, trabajador. Una gloria de la literatura. Lo consideramos un poco nuestro…” Tal vez esto resuma lo que pasó con su figura, se diluyó en lo cotidiano, se hizo un elemento más del paisaje que tan bien supo mostrar.