Un día antes de su desaparición Rodolfo Walsh escribe una carta abierta a la junta militar, en 1977. Sobre el final de ésta dice: “... sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Compromiso que ha adquirido y respetado a lo largo de su trayectoria como periodista y escritor. Estas ansias de denunciar las atrocidades de un gobierno perverso y sistematizado. Denuncias que hoy llegan a través de un cuento, con la belleza de un escritor rico en recursos: “Kimonos en la tierra roja”.
En el recorrido por la lectura de este cuento se deja apreciar como Rodolfo Walsh puede concentrar su oficio de periodista con su pasión por la narración y la literatura.
Paso a paso va describiendo, descubriendo y entrando en la vida de unos japoneses que llegaron con la ilusión de una vida mejor, a la tierra misionera.
Entrevista y se hace partícipe de la situación, invitando al lector a involucrarse también en la denuncia de estos maltratos “morales” que se ve en las palabras de los personajes de ese cuento tan real, por rozar con la realidad misma. Donde el propio Walsh toma posición sobre la problemática que aborda. Va recorriendo desde los casos puntuales, individuales al escenario general en que viven esos hombres que sufren el desarraigo y la desilusión de una promesa no cumplida. Da datos, nombres, índices, para que la denuncia tenga más peso. Y lo que lo hace más grande: la publicación.
Esta realidad también se refleja en “Ciudades Fantasmas”, aquí muestra pequeños pueblos que una vez desaparecidas las fábricas:
“Hacía diez años que el hombre faltaba del pueblo y sabía que la fábrica se hallaba cerrada. Pero no le importó demasiado, porque sus intereses estaban en otra parte y ya no era peón ni capataz. Así que visitó a sus amigos y arregló sus asuntos sin pasar por la fábrica, hasta que una tarde sus pasos lo llevaron, cruzó distraído un puente, atravesó el portón y dice que el silencio lo hizo despertar. Hacía tiempo que el hombre no lloraba.”
Walsh se transforma en cronista d lo que queda, pueblos fantasmas. Donde junto con el progreso también se va la gente. Ya ni el tren pasa.
“[…] la fantasía inventiva del propio Quiroga es su rasgo más típicamente misionero.”
Walsh trata de reconstruir los pasos de otro gran oyente como él: Horacio Quiroga. Se traslada hasta San Ignacio para ver cómo se lo recuerda. Se sorprende por que ya no hay rastros de él, ni de su historia, sólo de su obra.
“Era un hombre ejemplar, trabajador. Una gloria de la literatura. Lo consideramos un poco nuestro…” Tal vez esto resuma lo que pasó con su figura, se diluyó en lo cotidiano, se hizo un elemento más del paisaje que tan bien supo mostrar.
En el recorrido por la lectura de este cuento se deja apreciar como Rodolfo Walsh puede concentrar su oficio de periodista con su pasión por la narración y la literatura.
Paso a paso va describiendo, descubriendo y entrando en la vida de unos japoneses que llegaron con la ilusión de una vida mejor, a la tierra misionera.
Entrevista y se hace partícipe de la situación, invitando al lector a involucrarse también en la denuncia de estos maltratos “morales” que se ve en las palabras de los personajes de ese cuento tan real, por rozar con la realidad misma. Donde el propio Walsh toma posición sobre la problemática que aborda. Va recorriendo desde los casos puntuales, individuales al escenario general en que viven esos hombres que sufren el desarraigo y la desilusión de una promesa no cumplida. Da datos, nombres, índices, para que la denuncia tenga más peso. Y lo que lo hace más grande: la publicación.
Esta realidad también se refleja en “Ciudades Fantasmas”, aquí muestra pequeños pueblos que una vez desaparecidas las fábricas:
“Hacía diez años que el hombre faltaba del pueblo y sabía que la fábrica se hallaba cerrada. Pero no le importó demasiado, porque sus intereses estaban en otra parte y ya no era peón ni capataz. Así que visitó a sus amigos y arregló sus asuntos sin pasar por la fábrica, hasta que una tarde sus pasos lo llevaron, cruzó distraído un puente, atravesó el portón y dice que el silencio lo hizo despertar. Hacía tiempo que el hombre no lloraba.”
Walsh se transforma en cronista d lo que queda, pueblos fantasmas. Donde junto con el progreso también se va la gente. Ya ni el tren pasa.
“[…] la fantasía inventiva del propio Quiroga es su rasgo más típicamente misionero.”
Walsh trata de reconstruir los pasos de otro gran oyente como él: Horacio Quiroga. Se traslada hasta San Ignacio para ver cómo se lo recuerda. Se sorprende por que ya no hay rastros de él, ni de su historia, sólo de su obra.
“Era un hombre ejemplar, trabajador. Una gloria de la literatura. Lo consideramos un poco nuestro…” Tal vez esto resuma lo que pasó con su figura, se diluyó en lo cotidiano, se hizo un elemento más del paisaje que tan bien supo mostrar.
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