El verano de 2006 llegué a Viedma y fui a la librería. Dos aclaraciones, esas vacaciones venían tranquilas, sin planes de viajes, con lo cual iba a tener mucho tiempo disponible para leer. Y la librería de Viedma (sí, hay sólo una) es pequeña, acotada y por lo general los libros que están ya los leí o no me interesan. Pero esa visita en particular, tuvo para mi sorpresa muchos libros que quería leer. Había novelas y ensayos de acá y de allá que llamaban mi atención. Terminé comprando tres: Nosotras que nos queremos tanto, de Marcela Serrano, Los siete pecados capitales, de Fernando Savater, y El día que Niesztche lloró, de Irvin Yalóm.
Empecé por la de Serrano. Empecé y terminé, casi al mismo tiempo. Porque la novela me atrapó, cosa que no ocurre siempre y cuando ocurre es genial.
Me atrapó porque se trata de cuatro amigas que deciden hacer un viaje de placer y descanso juntas, después de muchos años, muchos años de amistad, muchos años de la vida de cada una. Cada una con una vida más o menos constituida. Con hijos, maridos, separaciones. Secretos, intimidades. Y todo va saliendo solo, desarrollándose con una naturalidad que lo hace real, que de verdad parece haber existido. Las cosas que les sucedieron a las protagonistas podrían pasarnos a cualquier mujer.
Y lo que hizo más rica a esta experiencia, además de haber descubierto que Marcela Serrano me gusta mucho, es que el libro comenzó un recorrido impensado. Se lo pasé a mi mamá, mi mamá a mi hermana mayor, ella a mi amiga Laura, Laura a su mamá, su mamá a otra de sus hijas, ella a una amiga… Hace unos meses volvió a mis manos. No sé ni cómo, y el recorrido empezó por mis amigas de acá, se lo pasé a Vero, Vero a Marina, Marina a Paula, Paula a Vanesa. Ya perdí la cuenta de cuánta gente leyó el mismo ejemplar del mismo libro. Y para un poquito más de color, Nosotras que nos queremos tanto reafirmó un sentimiento en común, el placer de la lectura.
Empecé por la de Serrano. Empecé y terminé, casi al mismo tiempo. Porque la novela me atrapó, cosa que no ocurre siempre y cuando ocurre es genial.
Me atrapó porque se trata de cuatro amigas que deciden hacer un viaje de placer y descanso juntas, después de muchos años, muchos años de amistad, muchos años de la vida de cada una. Cada una con una vida más o menos constituida. Con hijos, maridos, separaciones. Secretos, intimidades. Y todo va saliendo solo, desarrollándose con una naturalidad que lo hace real, que de verdad parece haber existido. Las cosas que les sucedieron a las protagonistas podrían pasarnos a cualquier mujer.
Y lo que hizo más rica a esta experiencia, además de haber descubierto que Marcela Serrano me gusta mucho, es que el libro comenzó un recorrido impensado. Se lo pasé a mi mamá, mi mamá a mi hermana mayor, ella a mi amiga Laura, Laura a su mamá, su mamá a otra de sus hijas, ella a una amiga… Hace unos meses volvió a mis manos. No sé ni cómo, y el recorrido empezó por mis amigas de acá, se lo pasé a Vero, Vero a Marina, Marina a Paula, Paula a Vanesa. Ya perdí la cuenta de cuánta gente leyó el mismo ejemplar del mismo libro. Y para un poquito más de color, Nosotras que nos queremos tanto reafirmó un sentimiento en común, el placer de la lectura.