Notas de lector. Carlo Guinzburg, “Señales. Raíces de un paradigma indiciario”
Parte de la contraposición “racionalismo” e “irracionalismo”. Recorre la historia que unió a Freud –con el análisis de sus pacientes–, Morelli –cuando la pintura le habla del pintor, de su estilo de pintar–, y Holmes –quien investiga a través de paradigmas indiciarios–, y concluye en que sí había un denominador común entre éstos: “la disciplina que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la observación directa sobre la base de síntomas superficiales, a veces irrelevantes a los ojos del profano...”. Guinzburg no considera esto un accidente temporal, una mera coincidencia, sino que hacia finales del siglo XIX se empieza a dogmatizar un paradigma indiciario basado en la sintomatología.
Hace un poco más de historia, milenaria, y se detiene en el hombre cazador. Cómo observa el terreno, los indicios que descubre en la naturaleza, lo que una hoja húmeda puede decir, lo que una pisada no puede ocultar, “`descifrar` o `leer` los rastros de los animales son metáforas”. Y lo compara con la historia documentada (3000 años aC.), por ejemplo: los soberanos debían comunicarse con sus súbditos por medios escritos.
Analizar, comparar, transmitir, documentar, clasificar. En ambos casos es idéntico, no así en la historia, compara dos realidades socialmente diferentes. Y esboza una primera conclusión: “... contraponer dos seudociencias como la adivinación y la fisiognómica a dos ciencias como el derecho y la medicina...”. Él encuentra aquí, claramente, señales del paradigma indiciario o adivinatorio dirigidos a cualquier momento, temporalmente hablando: pasado, presente, futuro. Cómo distintas disciplinas, históricamente, se han preocupado por descifrar, para llegar a lo que hoy todavía somos: polis.
El autor sigue, cronológicamente, analizando lo indicial, y amplía el espectro en lo que a textos se refiere: la filología, ésta nace después de la escritura, obviamente, y se consolida después de la imprenta: “Primeramente fueron considerados como no pertinentes al texto todos los elementos ligados a la oralidad y a la gestualidad; después, también los elementos ligados al carácter físico de la escritura”.
Estima necesario apelar a la diferenciación entre naturaleza y cultura al momento de poder definir, delinear, más concretamente esto de “paradigma indiciario”, de Morelli a Mancini, de la pintura a la escritura. Hasta las necesidades sociales. El nombre, la firma. Luego, los registros policiales, las “fichas personales”, para llegar a las huellas digitales. Aquí, los paradigmas indiciales desarrollados son los que ayudan a la elaboración de formas de control social “cada vez más sutiles”.
Contrapone este modelo con el de Galileo. En éste no hay movimiento, no hay un “objeto” que buscar. En aquél hay que buscar el objeto, que está en continuo movimiento.
“La representación de las vestiduras flotantes en los pintores florentinos del siglo XV, los neologismos de Rabelais, la curación de los enfermos de escrófula por parte de los reyes de Francia y de Inglaterra, son sólo algunos de los ejemplos acerca de la manera en que indicios mínimos han sido considerados, una y otra vez, como elementos reveladores de fenómenos más generales: la visón del mundo de una clase social, o bien de un escritor o de una sociedad entera”.
El saber indiciario requiere de olfato, golpe de vista, intuición. Aquí no hay reglas formalizadas. “Nadie aprende el oficio de conocedor”.
Parte de la contraposición “racionalismo” e “irracionalismo”. Recorre la historia que unió a Freud –con el análisis de sus pacientes–, Morelli –cuando la pintura le habla del pintor, de su estilo de pintar–, y Holmes –quien investiga a través de paradigmas indiciarios–, y concluye en que sí había un denominador común entre éstos: “la disciplina que permite diagnosticar las enfermedades inaccesibles a la observación directa sobre la base de síntomas superficiales, a veces irrelevantes a los ojos del profano...”. Guinzburg no considera esto un accidente temporal, una mera coincidencia, sino que hacia finales del siglo XIX se empieza a dogmatizar un paradigma indiciario basado en la sintomatología.
Hace un poco más de historia, milenaria, y se detiene en el hombre cazador. Cómo observa el terreno, los indicios que descubre en la naturaleza, lo que una hoja húmeda puede decir, lo que una pisada no puede ocultar, “`descifrar` o `leer` los rastros de los animales son metáforas”. Y lo compara con la historia documentada (3000 años aC.), por ejemplo: los soberanos debían comunicarse con sus súbditos por medios escritos.
Analizar, comparar, transmitir, documentar, clasificar. En ambos casos es idéntico, no así en la historia, compara dos realidades socialmente diferentes. Y esboza una primera conclusión: “... contraponer dos seudociencias como la adivinación y la fisiognómica a dos ciencias como el derecho y la medicina...”. Él encuentra aquí, claramente, señales del paradigma indiciario o adivinatorio dirigidos a cualquier momento, temporalmente hablando: pasado, presente, futuro. Cómo distintas disciplinas, históricamente, se han preocupado por descifrar, para llegar a lo que hoy todavía somos: polis.
El autor sigue, cronológicamente, analizando lo indicial, y amplía el espectro en lo que a textos se refiere: la filología, ésta nace después de la escritura, obviamente, y se consolida después de la imprenta: “Primeramente fueron considerados como no pertinentes al texto todos los elementos ligados a la oralidad y a la gestualidad; después, también los elementos ligados al carácter físico de la escritura”.
Estima necesario apelar a la diferenciación entre naturaleza y cultura al momento de poder definir, delinear, más concretamente esto de “paradigma indiciario”, de Morelli a Mancini, de la pintura a la escritura. Hasta las necesidades sociales. El nombre, la firma. Luego, los registros policiales, las “fichas personales”, para llegar a las huellas digitales. Aquí, los paradigmas indiciales desarrollados son los que ayudan a la elaboración de formas de control social “cada vez más sutiles”.
Contrapone este modelo con el de Galileo. En éste no hay movimiento, no hay un “objeto” que buscar. En aquél hay que buscar el objeto, que está en continuo movimiento.
“La representación de las vestiduras flotantes en los pintores florentinos del siglo XV, los neologismos de Rabelais, la curación de los enfermos de escrófula por parte de los reyes de Francia y de Inglaterra, son sólo algunos de los ejemplos acerca de la manera en que indicios mínimos han sido considerados, una y otra vez, como elementos reveladores de fenómenos más generales: la visón del mundo de una clase social, o bien de un escritor o de una sociedad entera”.
El saber indiciario requiere de olfato, golpe de vista, intuición. Aquí no hay reglas formalizadas. “Nadie aprende el oficio de conocedor”.
1 comentario:
Y LAS NOTAS DEL LECTOR? SON TODAS CITAS Y PARRAFOS ENCOMILLADOS. NO TEMAS DAR OPINIONES, SI EN DEFINITIVA ES LO QUE HACEN TODOS CUANDO COMENTAN CRITICAMENTE UNA IDEOLOGÍA, UN TEXTO, UNA PELÍCULA, ETC.
SALUDOS
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